Navalvillar de Pela celebra su Encamisá
Navalvillar de Pela ha vuelto a vivir esta noche su particular momento de catarsis colectiva. Un estallido de júbilo aderezado con la devoción por su patrón, San Antón, y acompañado por el fervor y la fidelidad por la tradición.
Y es que un año más, la localidad peleña vivió otra noche mágica con su tradicional carrera de ‘La Encamisá’. Una fiesta declarada de Interés Turístico Regional y que al ser víspera de fin de semana congregó a más de 10.000 personas, entre jinetes e infantería.
‘La Encamisá’ abarrotó una vez más la localidad de visitantes, muchos llegados desde diversas poblaciones de la comarca, los cuales se vieron arropados por la habitual hospitalidad de los vecinos de Navalvillar de Pela y no dudaron en responder a los vivas que se lanzaban a San Antón, a San Fulgencio o al ‘Chiquirrinino’.
El momento más álgido se vivió en una abarrotada plaza de España, poco antes de las ocho de una noche. Parece que el patrón puso de su parte para que el pequeño chaparrón de la tarde cesara. Fue entonces cuando la primera mayordoma oficial de la Cofradía de San Antón Abad, María Isabel Reyes, se asomó al balcón y desde allí ofreció un emocionado pregón, en el que se acordó incluso de los ‘sanantoneros’ que ya no están. Un relato que finalizó con los tres vivas al santo que fueron respondidos con estruendo y con muestras de júbilo por los cientos de jinetes que esperaban sobre sus monturas.
Una presencia en el balcón de María Isabel que hace historia, pues cabe recordar que no fue hasta 2004 cuando se modificaron los estatutos que impedían que una mujer pudiera ser mayordoma de la Cofradía. De hecho, antes ni siquiera se les dejaba hacer la carrera a caballo. E incluso, en 1951 tres vecinas lo hicieron y fueron multadas con 25 pesetas.
En definitiva, una presencia femenina que ha visto complementada este año con la presencia, de nuevo, de otra niña asumiendo la labor del ‘tambor del santo’. Si el año pasado fue Manuela la primera tamborilera, este año le cogió el testigo Victoria.
A partir de ahí, empezaron a encenderse las hogueras que se repartieron por el recorrido, alimentadas con leña de romero, encina y retama y el júbilo colectivo se apoderó de toda la población. Unos en sus monturas, adornadas con las típicas mantas de madroños, y otros integrando la nutrida infantería, que también se divirtió de lo lindo al ritmo de la charanga.
Caballos, fuego, vivas al santo y, como no, ‘biñuelos’ y vino de pitarra, que los propios peleños ofrecieron a los visitantes como signo de hospitalidad.
En Pela circulan varias versiones sobre el origen de esta fiesta. Pero, la más extendida es la que apunta una leyenda, que aventura que la celebración se remonta a la amenaza que sufrió el pueblo por los moros cuando lo tenían asediado. Entonces, los pocos habitantes de Pela, aprovecharon la noche para engañar a los sarracenos, recorrieron a galope las calles del pueblo montados a caballo, vestidos con camisas anchas para aparentar más corpulencia y portando antorchas. Al final, los asaltantes desistieron del ataque.
Fuente:Fran Horrillo
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