Autor: Pedro Castro Arroyo.

Comienza la fiesta con la “Encamisá”.

Las «encamisá» es desde muy antiguo una fiesta de diversión y regocijo, que se celebra de noche con hachas o luminarias y a caballo.
Tanto los diccionarios de la RAE ( 1984), como el de Autoridades (1732), la definen así: Es una estratagema que los ejércitos antiguos, ejecutaban para acometer y sorprender al enemigo, poniéndose sobre sus ropas unas camisas blancas para no confundirse en la batalla con el enemigo. En esta acepción se deduce que las camisas las llevaban el ejército atacante, no los que se defendían.

El libro ”El Madrid de los Austria” de D. José del Corral, escritor especializado en temas madrileños, relata que durante el reinado de Felipe IV, marzo de 1623, llegó a Madrid el Príncipe de Gales, Carlos Estuardo, futuro Carlos I de Inglaterra, con objeto de conocer a la Infanta María, hermana del Rey, con la que pretendía contraer matrimonio y dice: “Madrid lo recibió con gran aparato de fiestas y honores. Se alojó en Palacio y para él se organizaron corridas de toros, bailes, y “Encamisadas”.
Esta celebración la tienen otros lugares con una leyenda similar a la nuestra, como la de Torrejoncillo (Cáceres), que se celebra en las fiestas en honor de la Virgen Inmaculada Concepción, y consiste en una cabalgata de cientos jinetes cubiertos con sábanas blancas, (no con camisas blancas) ornadas con bordados y pinturas con la imagen de la Virgen. (Que por este hecho debía ser “ensabanada” y no “encamisada”, pero al reunir las condiciones de fiesta nocturna definidas en los diccionarios, es “encamisada”).
Su procedencia no está clara, las leyendas la relacionan con hechos históricos, batallas ganadas (una de ellas se remonta al Siglo XVI.)
El Capitán Avalos, de los Tercios de Flandes, natural de Torrejoncillo, al regresar de sus campañas y para dar gracias a Nuestra Señora, como en la que se habían encomendado él y sus soldados ante una situación difícil en la que se encontraban cercados por un enemigo que les duplicaba en número, y sin posibilidad de socorro; cayó una gran nevada y ellos recurrieron a una estratagema: se cubrieron con sábanas disimulándose sobre la nieve, sorprendieron al enemigo y lograron romper el cerco. Por ello pensó, ya en su tierra, dar gracias a María a la que se habían encomendado en momentos difíciles del combate.

La leyenda de “LA ENCAMISÁ” de Pela, que se cuenta como una defensa estratégica del pueblo ante un ataque sarraceno – que tiene su expresión más feliz en la descripción poética de María P. Baviano y que sólo por ella le debe el pueblo un merecido homenaje, – no es más que eso, una preciosa y romántica leyenda: El cubrirse con camisas blancas para no confundirse con sus enemigos lo hubieran hecho los moros atacantes, no los que se defendían del ataque, según los diccionarios.
El origen de la “Encamisá” o carrera de San Antón no hay que buscarlo más que como un elemento de las mismas fiestas en honor del Santo.

En muchos pueblos y ciudades de España se celebran fiestas el 17 de enero de cada año en honor de San Antón Abad.
Tres son los elementos principales que definen estas fiestas y que no faltan en ninguna de ellas, aparte de los actos religiosos, misa y procesión, y son:

LAS HOGUERAS, DULCES O GOLOSINAS, Y LAS VUELTAS.

Tres elementos que no faltan en la nuestra.

Antes de seguir adelante hurguemos un poco en antecedentes históricos de la fiesta de San Antón.

Hace unos años el Departamento de Educación y Cultura, Institución Príncipe de Viana del Gobierno de Navarra, editó en la revista “Panorama” costumbres y tradiciones de la fiesta de San Antón en los distintos Pueblos de esta Comunidad.
Espigaremos algunas de ellas.

La devoción a San Antón la trajeron de Francia los Antonianos (sus discípulos) y tuvo dos focos irradiadores en los conventos de Olite y de Pamplona. Le dio popularidad al Santo su fama de curador del “fuego sagrado” y de animales.
Arnalt de Barbazán, obispo francés de Pamplona, en el sínodo del año 1354 mandó que el 17 de enero, día del Santo, “Viennensis nomine”, fuera de precepto, porque sus muchos milagros ilustran a la Iglesia e inducen al pueblo a devoción y obras de piedad.

ELEMENTOS COMUNES EN LAS FIESTAS DE SAN ANTÓN.

LAS HOGUERAS, DULCES Y GOLOSINAS.

En la Ribera Navarra, desde Viana a Cortes, las fogatas anuncian la fiesta durante la noche del 16. En la Navarra Suroccidental las hogueras las hacían por barrios, aportando cada labrador gavillas de leña.
En Mendavia, algunas mujeres llevaban brasas a casa, no para calentar el cuarto, sino porque “dicen que el fuego de San Antón es bueno para la piel”.
El párroco de Cortes, D. Juan Antonio del Cacho, escribió en 1920: “Era costumbre la víspera de San Antón hacer hogueras y repartir entre la gente pan, vino, olivas y castañas”.
Los ganaderos de Cabanillas y Fustiñana, que elaboran un buen queso, guardan para esta noche víspera de San Antón un buen lote. Pequeños, jóvenes y mayores visitaban las casas, probaban un bocado y daban las gracias: “San Antón les guarde las ovejas”. Si algún tacaño, que los hay en toda tierra de garbanzos, negaba el aperitivo, los postulantes no se privaban del gustazo de gritar “¡Ojalá se te mueran todas las ovejas!”.

En Buñuel, son las fiestas, y se dice: “San Antón, San Antonico, (aquí San Antonino), la galletica (aquí el “biñuelo”).
La noche del 16 enero, afuera junto a la puerta de templo ponían un banco, tomaban asiento el cura y las autoridades, encendían la hoguera y comenzaba el reparto de pan y queso; el vino lo servía un empleado municipal con un pucherillo. Hoguera en la plaza de San José de Calasanz. Obsequio de patatas asadas y vino, fuegos artificiales y mucha alegría como punto de arranque de las fiestas.

En algunos pueblos como Alsasua y Urdain, los ganaderos y profesionales relacionados con el ganado se asociaron formando cofradías bajo la protección de San Antón. Los socios alsasuarras prolongan la fiesta el día 18, día de “San Antón Txiki”, (aquí San Antonino), con misa por los difuntos y traspaso del cargo de Mayoral (mayordomo), realizando con música y danzas el traslado de una “imagencica” del Santo desde la casa del cesante a la del sucesor en el cargo.

LAS VUELTAS O REVUELTILLAS.

Un rito más completa el cuadro de las fiestas del Santo. “Las vueltas o también conocidas como las revueltillas”.

Las vueltas, popularísimas en la Ribera Navarra, consistían en hacer “DAR TRES” vueltas las caballerías en torno a una iglesia parroquial, basílica, ermita, monasterio (San Antón en Olite), o pilarcillo dedicado al Santo.
Donde no había pilarcillo habilitaban una cruz de palo en el centro de la plaza. Mientras se daban las tres vueltas se rezaba un padrenuestro o se recitaba una cantilena.
Aquí las vueltas están en la carrera, con las modificaciones que haya impuesto el tiempo y las costumbres, pero las vueltas de la bandera y el tambor sólo son TRES.
Un siglo más tarde que el Obispo francés de Pamplona declarase día de precepto el 17 de enero, se establece el lugar de Navalvillar de Pela (18 de marzo de 1418), y se le da término, “para que viviesen los que ahora moran y los que se vendrían a vivir, así de la tierra de Toledo como de otras partes y la tierra de Trujillo fuera mejor poblada”. (Carta del deslindamiento del ejido de Navalvillar).

No es vano pensar que la fiesta fuera traída por algunos de estos nuevos pobladores, (así lo apuntaban también en el programa del año 1992 Felipa Fernández y Federico Parralejo), ya que nuestra fiesta está basada en los mismos ritos descritos en los pueblos citados, que más de un siglo antes ya la celebraban así.
La fiesta sin duda ha variado y variará con el transcurrir del tiempo, – los que contamos con algunos años lo sabemos bien -, adaptándose a nuevas formas, nuevos tiempos, nuevos comportamientos sociales, pero lo fundamental, la esencia y el espíritu permanecen, lo común en todos los pueblos de España que celebran la fiesta.

QUEDA:
– El fuego de las hogueras, como símbolo de la abogacía del Santo de la enfermedad del fuego.
-“Los Biñuelos” y el vino, como símbolo eucarístico de la fiesta.
– Las vueltas de la carrera. Las de a caballo y las de “infantería”. Simbólicas las tres de la Bandera con el tambor.

La deducción de la lectura de este modestísimo análisis queda a criterio del lector, el autor intentó provocar la opinión y la pasión por esta fiesta tan Peleña.