Relato realizado por Pedro Castro Arroyo
San Antonio Abad, más conocido por San Antón, fue un egipcio cuya vida transcurrió entre los años 251 y 356 de nuestra era.
De él se sabe que a los 20 años repartió sus propiedades entre los pobres, y se retiró al desierto de la Tebaida, en el Alto Egipto.
A lo largo de su dilatada vida fundó y gobernó varios monasterios antes de retirarse a morir en soledad.
Enterrado en Constantinopla, la Iglesia Oriental comenzó muy pronto a rendirle un culto que lentamente se propagó hacia Occidente, hasta que en el siglo IX su cuerpo fue trasladado a Francia y enterrado en la pequeña ciudad de Saint Dizier.
De su regla surgieron varias órdenes, como la Hospitalaria de San Antón o Antonianos, y la de Caballería de San Antonio. La primera, fue fundada por un hidalgo del Delfinado que en el año 1070 fue en peregrinación hasta donde se encontraba el cuerpo del Santo.
Durante el viaje, el caballero sanó de una grave enfermedad que padecía, denominada popularmente “fuego infernal” (la erisipela).
Ante ello el caballero, en acción de gracias, creó un hospital, posteriormente convertido en abadía, y fundó la cita orden hospitalaria, cuyo funcionamiento fue autorizado en el concilio de Clermont Ferrand, celebrado en el año 1905. Cuatro siglos después, Alberto de Baviera fundó la orden de Caballería de San Antonio.
A medida que crecía el culto a San Antón, su vida comenzó a ser representada por los artistas occidentales, en especial a partir del siglo XIV. San Antón fue mostrado por la mayor parte de ellos como un anciano, con barba, hábito de monje y una cruz en forma de tau que el Santo,
al igual que otros ermitaños, utilizaba como báculo. También se le representó en otras ocasiones sobre unas llamas, o con un libro en las manos del que salía fuego.
El libro SANTOS DE PUEBLO (Carlos Ros, Ed.Castillejos), nos dice que a San Antón se le representa con bordón de peregrino
en forma de “T” en una mano, la Biblia en la otra, colgando del cuello una campanilla, con luenga barba blanca y
a sus pies un rechoncho cerdo, símbolo de salud y lozanía. Aunque a cerca del cerdo de San Antón existen otras interpretaciones: por ejemplo, que representa las apetencias de la carne, que el Santo consiguió dominar.
En mi familia conservamos una fotografía de la procesión de San Antón de los primeros años 30, posiblemente del 34,
que presenta una panorámica en tamaño pequeño (100 x 50 mm.) de la procesión a su paso por la Plaza.
Se encuentra muy deteriorada por el paso de los años, además de ser de no muy buena calidad, quizás por las técnicas de la época.
Ampliada la foto lo suficiente, se puede ver una imagen de San Antón muy anciano, totalmente calvo, con luenga y pobladísima barba blanca. En su mano derecha porta un libro, apoyado por debajo de la cadera, y en su mano izquierda, lleva el cayado o báculo, curvo en su extremo superior (quisiera resaltar este detalle), y a sus pies, a su derecha, apenas se ve, tapado por uno de los ramos de flores que lucen las andas, en sus esquinas, la cabecita de lo que sin duda es el cerdo que siempre acompaña la imagen de San Antón. Al cuello lleva una campanilla, que por su brillo en la foto, bien pudiera ser de plata u otro metal de brillo plateado.
La imagen que ahora tenemos del Santo, es una imagen que no me atrevo a decir que es única, pero si singular, y lleva entre nosotros desde 1940. Fue la primera imagen con que contó la Parroquia después de nuestra infausta y cruenta Guerra Civil, regalo de un peleño ausente del pueblo, D. Vicente Aragoneses, comerciante establecido en Mérida.
Los recuerdos del pequeño monaguillo que yo era entonces, me traen a la mente cómo llegó la imagen, en un gran cajón de madera relleno con paja y virutas.
Una gran emoción nos invadía en los momentos de la apertura de aquella gran caja.
Pero ¡oh! decepción: el cerdito traía las patitas rotas. Había poco tiempo para reparar el daño, la imagen llegó muy justo para su fiesta.cerdito junto a san antón
Por aquellos años no se contaba con los materiales de ahora, pegamentos especiales o cemento-cola, sólo yeso o escayola.
Con estos elementos y alguna dificultad se reparó el daño.
Pero se presentó otro nuevo inconveniente. Parece ser que el anclaje con que contaba la imagen para su sujeción a las andas no ofrecía mucha seguridad y se decidió reforzarlo. Los entendidos decidieron hacer unos taladros en la peana con el fin de, con unos grandes tornillos pasantes, de gruesa cabeza y tuerca, sujetar aún más la imagen; y asi se hizo, con tan mala fortuna que en la operación, con las vibraciones del taladro, las patitas delanteras del cerdo ya remendadas, volvieron a romperse.
El tiempo apremiaba y la difícil tarea de reparación se reiniciaba de nuevo, con nuevas dificultades, pero con experiencia y habilidad el maestro albañil Vicente Corvillo, de grato recuerdo, encargado de la tarea, logró reparar el daño, para alivio de los mayores y regocijo de los pequeños, que vivíamos con expectación y curiosidad aquellos momentos.
De las imágenes que he tenido la suerte de contemplar, tanto en escultura como en pintura, y he de decir que este Santo es uno de los más representados por los grandes maestros de la pintura del Renacimiento, una época de intenso florecimiento de las manifestaciones artísticas, contadas de ellas llevan cubierta la cabeza con el capucho del hábito. Por este detalle considero a nuestra imagen singular, ya que la mayoría, casi todas, se presenta con los atributos propios de este Santo, cerdo, libro, campanilla al cuello, y cayado o báculo, que termina en forma de “T’ o en curva, pero excepcionalmente con la cabeza cubierta.
En contados cuadros pictóricos se encuentra el Santo con la capucha levantada, y no totalmente.
En un cuadro de El. BOSCO (Museo del Prado), cuyo tema son ” las tentaciones de San Antonio Abad”; se encuentra el Santo arrodillado, y con el capucho apenas levantado.
Otra pintura del mismo autor, conocida como “El tríptico de las tentaciones”, (actualmente en el Museo de Arte Antíquo de Lisboa, antes estuvo en El Escorial), presenta al Santo muy lejano en una extensa panorámica, arrodillado, cubierta la cabeza con la capucha en actitud de rezar o meditar.
En otro cuadro de Zurbarán, que representa un busto del Santo junto a una ventana, por la que penetra un gran rayo de luz y que Él mira como arrobado, lleva también la cabeza cubierta (en el centro del rayo de luz aparece una gran “T’).
El retablo del altar de la capilla de los Pizarras, de Santa María la Mayor en Trujillo, presenta una pintura del Siglo XVI de San Antón, con el capucho apenas levantado, en la mano derecha sostiene un libro y una campanilla grabada con la “T”, en la izquierda el cayado y a sus pies asoma el cerdo (que por su actitud enfurecida más parece jabalí).
De donde podemos deducir que la capucha sólo cubre su cabeza cuando reza o medita.
En las demás pinturas la imagen del Santo es muy parecida a la que describe D. Carlos Ros, y a la antigua del pueblo que encontramos en la foto, sin cubrir la cabeza con el capucho, y que es la representación más corriente o universal.
Por citar algunas:
Una, del pintor VERONES, cuyo tema principal es la Virgen, a la que acompañan, San Lorenzo y Santa Inés, perteneciente al Museo de Nueva Orleáns.
Otra de TICIANO, con tema principal también la Virgen, con San Juan niño y San Antón.
Y, por último, un cuadro de RIBERA conocido como “San Antonio Anacoreta”.
En cuanto a esculturas, singulares son las imágenes con la cabeza cubierta con el capucho del hábito, pero su actitud de recogimiento y expresión beatifica difieren de la nuestra; yo diría como dijo el poeta:
“El artista lo vio, en la santa visión empapado, con divinos arrobos angélicos, con magnéticos éxtasis líricos, con sabrosos deliquios ascéticos”.
Con la cabeza cubierta, capucho levantado, están la de CHINCHÓN y la de MORATA DE TAJUÑA, ambos pueblos en la Provincia de Madrid, que además de la distinción citada tienen otra singularidad: en la primera, el cerdo es de color blanco, y en la segunda, el hábito del Santo es de color blanco y el escapulario azul celeste.
El hecho de que el bordón o báculo de San Antón remate en forma de “T” o “TAU” griega, tiene su importancia, ya que así fue siempre representado. Este signo es el símbolo de la vida en el arte copio, y fue el adoptado por sus discípulos, y más tarde por la Orden de los “Antonianos” en memoria del Santo.
Este símbolo “TAU” está recogido y representado en el Escudo Heráldico de nuestro Pueblo, simbolizando su devoción a San Antón.
Antes de terminar quisiera resaltar que existe alguna que otra imagen del Santo con representación singular; entre ellas la de ORCE (Granada) que lleva en una mano una llama (por ser San Antón abogado del mal del Fuego) y en la otra una flor. Y, como cosa curiosa sobre imágenes de San Antón, decir que en la de ARQUILLOS (Jaén), que fue restaurada no hace mucho, el cerdo de escayola que la acompañaba fue sustituido por otro disecado.
Con este comentario es mi intención, si ello es posible, aumentar el cariño de los peleños a su San Antón, además de hacer llegar a todos recuerdos, añoranzas y pequeña historia sobre el Santo.